Uno de los principales problemas que ha de afrontar el sector inmobiliaro en los años venideros es cómo adaptarse a la mentalidad de las nuevas generaciones; más concretamente, de los millennials.

Una creencia bastante extendida es la que afirma que estas nuevas generaciones no desean adquirir vivienda en propiedad, pues consideran que una hipoteca es un lastre que no les impediría mantener una filosofía de vida más nómada que la de generaciones pretéritas, o que no les permita disfrutar de un estilo de vida más holgado en el que tengan cabida pequeños caprichos.

Sin embargo, parece que los millennials no rechazan la idea de la compra de vivienda tanto por una decisión suya como por la incapacidad de tener acceso a ella: recientes estudios señalan que la mayoría de las personas entre 25 y 35 años que alquilan lo hacen por no tener posibilidad económica de adquirir una vivienda en propiedad.

El principal escollo al que han de hacer frente es el pago de la entrada; más de la mitad no tiene ahorrado el 10% del precio del inmueble que desea adquirir; muchos de los que sí lo tienen, dudan sobre si adquirir la vivienda en propiedad, pues creen que no serán capaces de afrontar la cuota hipotecaria.

Una realidad distorsionada

Sabemos que las nuevas generaciones no tienen los arrestos ni la decisión que sí tenían sus padres, al menos en lo que a la compra de vivienda se refiere. Sin embargo, lo que no se tiene en cuenta es que el sector ha creado fórmulas que se acercan a los compradores más jóvenes para que el mercado inmobiliario no sea un territorio vetado para ellos.

El leasing inmobiliario, ese gran desconocido (aún)

Hacerse oír entre una generación que hasta ahora no ha prestado demasiada atención al sector es uno de los grandes retos que la vivienda afronta, y para ello ya existen iniciativas que sí atienden a las demandas y necesidades de los llamados millenials: un claro ejemplo es el leasing inmobiliario: viviendas de alquiler en las que se permite la opción de compra tras un periodo estipulado, lo cual posibilita tomar una decisión con la ventaja de haber experimentado lo que es vivir en una vivienda concreta, tener margen de reacción ante posibles cambios que condicionen con quién o dónde vivir, y todo ello sin tener que “tirar el dinero”, cuestión que, como al resto de la sociedad, también preocupa a los millennials.