Los estragos que la burbuja inmobiliaria y su posterior estallido provocaron han sido de tal magnitud que resulta inevitable que determinadas voces hablen de un nuevo periodo similar ante la tendencia alcista en cuanto a precio y número de viviendas vendidas en 2017, así como en las previsiones para los próximos años.

Como sule decirse, el miedo es libre (suponiendo que ese sea el origen de estas afirmaciones), y nunca está de más mantener la vigilancia y estar atentos al desarrollo de los indicadores para no volver a caer en errores anteriore.

Sin embargo, no parece que este sea el caso.

En primer lugar, los niveles del precio y de la venta de vivienda en España han alcanzado cotas tan bajas que cualquier dato que ahora se conozca, por positivo que sea, aún estrá muy lejos de acercarse a los registrados en los años inmediatamente anteriores a la crisis; por poner un ejemplo significativo, en 2007 los colegios de aparejadores aglutinaron la firma de más de 800.000 visados de obra nueva, mientras que el último dato conocido se sitúa en 75.146 (menos de una décima parte).
Tampoco el número de hipotecas firmadas nos nos remite a un nuevo caso de burbuja inmobiliaria: si nos fijamos en el máximo de 2006, las constituidas fueron alrededor de 1.300.000, mientras que en la actualidad son poco más de 300.000.

En cuanto al precio del metro cuadrado, tampoco será este un indicador que haga despertar fantasmas pretéritos: de los 2.104 euros que este ha llegado a valer, hemos pasado a 1.530 actuales, un valor que incluso es dependiente de las zonas donde mayor demanda existe como Barcelona y Madrid, produciéndose un cisma entre estas zonas y las demás.

Por último, no debemos olvidar el stock de vivienda aún existente: las casi medio millón de viviendas sin vender hacen que la subida inminente de precios sea muy difícil, y contribuye a mantener el equilibrio dentro del sector.
Por todos estos motivos, se antoja prácticamente imposible que se esté gestando una nueva burbuja a punto de estallar, pudiendo confiar en la estabilidad de la vivienda sin temer a su situación futura.